Teñir con los colores de la naturaleza

La experiencia de extraer la paleta de color de las plantas del entorno donde uno habita, resulta una experiencia muy enriquecedora en todas sus posibilidades. Por un lado nos conecta con la naturaleza del lugar donde vivimos diariamente, se agudiza nuestra mirada en los paseos y recorridos de los espacios verdes de nuestra ciudad, comenzamos a reconocer plantas, árboles y arbustos que siempre estuvieron durante años y años en el mismo lugar, brindándonos aire puro, aroma a verde, sombra con sus hojas y ahora también la maravilla del color.

La historia de los colorantes naturales es tan antigua como la de la humanidad. Los primeros pobladores de América Precolombina ya experimentaron el misterio del color y a través de las primeras expresiones pictóricas dejaron su huella impresa en cuevas, piedras y muros. En aquellos tiempos, el color era extraído del medio natural_ plantas tintóreas y minerales_ dejando su impronta cromática impresa en lugares de difícil acceso. Con los pigmentos más elementales, los primeros habitantes contaron sus historias, creencias, temores y deseos.

La extracción del color de las Plantas y el tipo de Plantas que utilizamos para teñir, son testimonio del momento histórico-geográfico y cultural del cual somos protagonistas imprimiendo un sello de identidad distintiva, única y propia del lugar donde vivimos.

Los materiales que utilizaremos en el telar para plasmar una obra creativa tendrán esta característica tan especial del color de la naturaleza de nuestro medio.

El Tilo, el Jacarandá, el Palo borracho, Las acacias,, El Aguaribay, El Nogal, Los Eucaliptos, El fruto de las magnolia, La flor del Ceibo, nos permiten jugar con los colores amarillos, tierras, verdes, ocres, marrones, entornando los ojos, la naturaleza se hace presente con su sello distintivo y tiñe nuestras imágenes, vibraciones y creaciones. Desde lo emocional, los colores de la tierra nos brindan su armonía a través de sus pigmentos. Y esto se percibe en la obra creativa.

El primer paso , para experimentar el Proceso de Teñido con las plantas de nuestro entorno, es la recolección de los elementos para teñir. Entramos en contacto con la naturaleza que nos ofrece nuestro medio. Clasificamos, estudiamos, registramos las plantas del litoral, los espacios verdes de nuestra ciudad, el río, la isla, las zonas rurales. Recolectamos, preservando la especie, tomamos lo que el suelo nos ofrece, cuidamos la forma de extracción de la planta, movidos por un espíritu ecológico de respeto con lo que la madre tierra nos ofrece y agradeciéndole lo que nos brinda. El segundo paso es la preparación de la lana y su lavado. El tercer paso es realizar el mordentado, Preparamos la lana con algún mordiente (alumbre, sal, crémor tártaro), para que en el teñido el tinte muerda a la lana y quede fijado en ella. El cuarto paso es la preparación del tinte: Molemos con el mortero todo lo que recolectamos para luego macerar, hervir y extraer el pigmento de la planta.

Finalmente con las lanas mordentadas y la extracción del tinte de la planta, nos encontramos en condiciones de teñir, hervimos todo junto Luego dejamos enfriar, lavamos nuevamente, para posteriormente ovillar las madejas y comenzar a urdir la urdimbre en el telar.

Y viajando al pasado americano... Tanto los andinos como los pueblos amazónicos y los aborígenes de Argentina, empleaban para sus tejidos tinturas vegetales, animales , minerales y diversos mordientes utilizados como fijadores del color, de su entorno natural. En el universo andino, en la región de los Andes, las culturas más antiguas habían logrado capturar la magia del color en sus tejidos desde muchos siglos antes de Cristo.. La pintura precolombina tuvo sus expresiones en las primeras telas pintadas con óxidos y minerales extraídos de su medio natural en la cultura de Chavín de Huantar alrededor del 1000 AC, en la sierra norte de Perú. La imagen del “Señor de los Báculos” aparecía ligada al color en las esculturas en piedras y en las telas tejidas y posteriormente pintadas con tal excelencia técnica, que la pintura no era traspasada al revés de la tela.

La cultura de Paracas en la costa del Perú obtenía más de cien matices diferentes y degradaciones de un mismo tinte, testimonio que hoy se puede visualizar en los mantos ceremoniales, en los textiles arqueológicos, que en la actualidad se exhiben en las diversas salas de museos de arte precolombino. La cultura Nasca, Huari, maravilló con sus telas teñidas por atado de piedras, logrando efectos cromáticos por reserva del color.

Los incas

El Imperio Inca, con centro en el Cuzco, se extendía hacia nuestro territorio en el Noroeste y Mendoza. Su organización social, política y económica de alta complejidad, designaba que hubiese artesanos dedicados exclusivamente al teñido llamados cauticamayos, así como los mejores artesanos tejían las telas más finas (cumbi) para el Inca, designados con el nombre de cumbicamayos. Uno de los tintes más interesantes de estas culturas prehispánicas fue el rojo de la cochinilla ( insecto parásito que se encuentra en la hoja del Nopal). La recolección y utilización de la cochinilla por los grupos indígenas actuales se lleva a cabo en muy pocos lugares y en general según los métodos antiguos. Su cultivo ha sido intenso desde México a Argentina en toda la franja andina.

La cochinilla y su elaboración representarían la tintorería del mundo andino. En la zona puneña el uso más específico es el azafrán, el molle y otras, mientras que los fijadores de color (mordientes) más utilizados son la ceniza, la orina y la chicha de maíz, entre otros. Los conquistadores españoles describieron en sus crónicas, el asombro que les produjo la utilización del color que demostraban todo el esplendor de los pueblos encontrados a su paso. La variedad y eficacia de las materias tintóreas americanas advertidas durante la conquista española, provocó grandes cambios en el arte de la pintura, imponiéndose por su calidad la grana cochinilla con sus múltiples variaciones: del rojo y el añil, fuente invalorable de las tonalidades del azul. Los demás pueblos aborígenes que habitaban suelo argentino, también utilizaron las propiedades colorantes de su entorno.

Los tehuelches pintaban complejos dibujos en los cueros que protegían del frío de la Patagonia. Los indígenas del Chaco lograban diseños en sus bolsas de carga tiñendo las fibras vegetales utilizadas para su tejido, utilizando un vasto recetario vegetal tintóreo, destinado sobre todo a colorear las bolsos de malla de chahuar realizadas con aguja de madera o espinas de pescado, con frecuencia del color pardo. Las tejedoras mapuches, actualmente continúan utilizando la técnica del Ikat ( teñido por atado) para realizar sus ponchos, consistente en practicar ligaduras en la urdimbre y luego sumergir los hilos en el tinte, las partes ligadas quedan en blanco y al tejer se forman dibujos especiales. Hombres y mujeres de las culturas prehispánicas utilizaban los pigmentos de la tierra para pintura facial , tatuar el cuerpo con fines guerrerosy rituales produciendo el efecto de mallas ceñidas con fines protectores. El tatuaje como método de punción y grabado unido a ciertas sustancias ( como la ceniza de ciertas plantas) esparcida sobre la herida, lo cual lo convertía en indeleble. Los sellos de cerámica utilizado por diversas cultura de México y Ecuador dejaron su impronta a través de la impresión y estampados de sus pigmentos en telas, vasijas, decoración de canoas y hasta su propio cuerpo.

Experiencias locales

En el año 2001, se realizó en el Taller de Recuperación de Técnicas Textiles tradicionales y contemporáneas que funcionó en la Casa de la Cultura de la Universidad Nacional de Rosario, el rescate de tintes y pigmentos naturales. Los integrantes del taller hicieron un registro artesanal y recolección de plantas Jacarandá el amarillo; del eucalipto medicinal, verdes claros y algunos pardos. También se experimentó con yerba mate, cáscara de cebolla ( colorada, naranja, blanca), flores (rosa china, rosas rojas, bignonia rosa y blanca), frutos (ciruelo, limonero), especies como la cúrcuma y el pimentón además de vegetales como el repollo colorado, remolacha y espinaca donde se obtuvieron colores como el azul claro, el rosa y el verde . La experiencia se continuó con diferentes especies o con las mismas, variando el color con limón, sulfatos, clavos de cobre, hierro, cenizas, ollas de distintos materiales y diversas calidad de agua ( de lluvia, destilada, de pozo, con cloro) y también utilizando la cochinilla de Chile.

La maravilla y la magia del color y la posibilidad de poder crear nuestra propia paleta con los colores de la tierra, para luego aplicarlas en las telas que tejemos y los tapices que creamos es desde lo personal, una experiencia emocional inigualable, el aire se impregna de aroma a tilo, eucalipto, nogal y la obra creada tiene en sus fibras la energía vital de la naturaleza.


Claudia Goldin
Psicóloga y artista textil


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